miércoles, 4 de noviembre de 2009

De Miedos y Manos (Caminar)

Con lo primero que se encontró aquel niño fue con la oscuridad. Con la oscuridad y con el miedo. Creía tener nociones de lo que era la luz pero ni siquiera recordaba haberla visto antes... Lo que le aterraba era esa voz, esa voz que desde lo más profundo le pedía dar un paso.

Había estado tumbado en aquel sitio acogedor y cálido más minutos de los que se atrevía a recordar; allí estaba relajado, conocía el espacio, lo controlaba... dos manos, cuatro, quizás seis, estaban tumbadas a su lado, le ayudaban, le protegían; una energía, dos, quizás tres.


Ahora, aquella voz, inevitable por otra parte, le susurraba "avanza", "camina".
No sé hacerlo, pensaba el niño, no sé hacerlo.
"Doblas la rodilla, levantas la pierna, la llevas hacia delante, apoyas el talón del pie, luego la punta... lo mismo con la otra pierna... CAMINAS"


El niño estaba paralizado, asustado, sabía que había llegado el momento y temía no saberlo hacer. Tenía ganas de llorar...
¿Y si no logro caminar?, ¿si descubro que no sé hacerlo?, ¿ya no hay vuelta atrás?


Poco a poco la pierna del niño empezó a levantarse; ahora más que nunca sentía la fuerza de aquella mano que le ayudaba, le sostenía, que de alguna manera le estaba diciendo que creía en él, que lo iba a conseguir, que iba a caminar, correr, saltar; y ella iba a estar ahí hasta que no la necesitase.


El primer paso era dificil, al niño nadie le había explicado que era eso del equilibrio, el segundo fue un poco menos...
Hasta que, de repente, el niño se sintió andando por el espacio. El temor había cedido la entrada a una especie de risa satisfecha o excitada.


La mano quería soltarle y el niño se resistía; hasta el más mínimo contacto era útil para él.
Ese contacto no llegó a desaparecer jamás; pero el niño sabía que caminaba solo: doblaba la rodilla, levantaba la pierna y la llevaba hacia delante una y otra vez.

No sabía a qué lugar le llevaría aquel andar, pero conocía la clave: no tengas miedo y déjate llevar.


a mis compañeros, porque aunque camine solo, no dejaré de sentir el contacto de su mano...

No hay comentarios:

Publicar un comentario